jueves, 1 de noviembre de 2012

EL "ALMA" DE MARILÓ

La conocida presentadora de televisión Mariló Montero, mujer bella y de carácter atractivo, ha  sido la causa de que se arme la marimorena en las redes sociales debido a una “aparente” simpleza que dijo en un programa: que no sabía si en un trasplante de órganos el receptor no recibía también, además del órgano del donante, parte de su alma. He enmarcado la palabra “aparente” porque aunque en nuestros días esa afirmación parece una tontería, hace algunos siglos hubiese levantado profundos debates e interminables reflexiones filosóficas, semejantes a aquellas que tuvieron lugar al final del Medievo en Constantinopla, relativas al sexo de los ángeles. Y no estoy hablando ahora en metáfora, sino del origen de la famosa metáfora que se aplica cuando se discute de cosas intangibles, irrelevantes y sin sentido para el común de los mortales, mientras tienen lugar graves acontecimientos reales, como lo fue entonces el asedio de Constantinopla por los turcos. La Biblia cita a veces a ángeles femeninos además de los masculinos, lo que dio pie entonces a largos debates en el seno de la Iglesia. Aquellas “discusiones bizantinas” interminables hubiesen incluido con gran apasionamiento las dudas de Mariló sobre el “alma” de los órganos del cuerpo, si hubiesen existido entonces los trasplantes.  

Será porque me cae bien Mariló, pero voy a romper una lanza a su favor. Para aquellos que creen en la dualidad cuerpo-alma, esta última se separa del cuerpo en la muerte, pero cada vez está menos claro cuando debería tener lugar esta separación, es decir, cuando tiene lugar el momento de la muerte. Así, ese instante crucial e irreversible se ha ido modificando a lo largo del tiempo, creyéndose inicialmente que era cuando el corazón dejaba de latir y se paraba la respiración: la carencia de sangre oxigenada circulando por el cuerpo provocaba la muerte celular de los diferentes órganos. Pero no todos mueren a la vez. Algunos, como el cerebro, lo hacen enseguida, y otros como los riñones tardan más tiempo en hacerlo. Cabe preguntarse ahora donde se alberga el alma, si en la totalidad del cuerpo o en algún órgano concreto, tal que el cerebro. Esto último parece convenir a aquellos que la conciben como una funcionalidad de la estructura neuronal, función que desaparecería con la muerte cerebral. Pero, como hemos dicho, después de ese momento siguen vivos todavía muchos otros órganos, aunque condenados a su muerte próxima si no se interviene en el organismo de una manera artificial. Con respiración y circulación asistidas, el cuerpo puede seguir vivo y mantener sus funciones orgánicas, lo cual ha servido curiosamente para utilizarse en la extracción de órganos en un momento oportuno para el receptor, elevando previamente a categoría de muerte “oficial” la muerte cerebral. Pero esta muerte cerebral no deja de ser un hecho sospechoso de oportunismo en el mercado de órganos, o si se quiere ser menos hiriente, en la práctica médica. Así pues, muchos rechazarán el dogma médico de la muerte cerebral para defender una condición extendida y unitaria de la presencia del alma en el cuerpo.
Y claro, el asunto deviene todavía más problemático cuando el trasplante es inter-vivos, como el de un riñón. Como vemos, las discusiones bizantinas siguen teniendo vigencia hoy día, aunque se revistan de cuestiones científicas. Y es que la ciencia y la filosofía no son cosas de la matemática pura, y están sometidas a la cambiante interpretación humana.
Así que ¿quién podría negar con rotundidad que Mariló no está autorizada para exponer sus dudas? Quizás sólo los que no crean en la existencia del alma, postura ésta que rompe radicalmente el nudo gordiano de la cuestión, si bien nos deja un cierto sabor amargo el considerar que en los transplantes se está extrayendo el órgano de un ser todavía vivo, aunque ya no plenamente humano, y sin demasiados paliativos ni consideraciones ya que después se le va a dejar morir. Una cuestión parecida es la del aborto, que tanta polémica actual conlleva. El asunto principal es ahora determinar cuando el embrión tiene alma, problema en el que incluso la Iglesia no se ha puesto de acuerdo a lo largo de su historia, aunque en la actualidad, al enfrentarse al hecho del aborto y los experimentos con embriones,  se tiende a afirmar que el alma es insuflada por Dios desde el mismo momento de la fecundación.  Lo dicho, son “discusiones bizantinas” en torno a las cuales el hombre intenta configurar  una moral universal.

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