domingo, 21 de octubre de 2012

HALLOWEEN

El que por estas fechas ya se vean en los estantes de nuestros grandes almacenes las orondas calabazas del “jálouin”, es un indicio del origen de la difusión de esta fiesta anglosajona por nuestro país (entre otros muchos países): el insaciable afán del comercio por introducir en el mercado otro producto más que consumir. Es el mismo origen que el de fiestas como “el día del Padre”, que alguien podría pensar que es una antigua fiesta religiosa, pero que en realidad data del siglo XX, siendo su introducción en España bastante moderna y atribuida a la extinta Galerías Preciados.


El nombre de Halloween deriva de “All Hallow eve” (víspera de Todos los Santos), y es la fiesta cristiana que se celebraba en las islas británicas conmemorando a todos los santos y mártires de la Iglesia. Como muchas otras fiestas, se superpuso a otra fiesta “pagana” de origen celta. Luego llegó a Estados Unidos, donde se le dio la forma que ha llegado a nosotros gracias a la popularidad de algunas películas de Hollywood y a un enorme despliegue comercial que aprovechó el tirón de las películas. Su símbolo principal es la famosa calabaza hueca que se convierte en terrible máscara al encenderse en la noche de la víspera.
Los celtas creían que la frontera que separa este mundo del otro del Más Allá se debilitaba este día, permitiendo a las almas de los difuntos y otros espíritus malignos pasar a través. Los familiares fallecidos eran homenajeados mientras que a los espíritus malignos se les intentaba ahuyentar por medio de máscaras que representaban también otros espíritus dañinos. Los niños norteamericanos correteaban por las nocturnas calles disfrazados de duendes y pidiendo dulces y golosinas a cambio de no hacer ningún daño o broma pesada. A nosotros ha llegado como una especie de jolgorio y carnaval fúnebre en que la gente se disfraza de difuntos y fantasmas, banalizando o burlándose de la muerte.
Esta misma orientación de la Fiesta de Difuntos la tiene también la peculiar fiesta mexicana del Día de los Muertos, aunque su sentido es más trascendente y data de los tiempos del Virreinato, cuando se produjo un sincretismo religioso entre la fiesta precolombina y la de la religión cristiana. En México se homenajea a los familiares muertos como si se conviviese ese día con ellos, regalándoles con banquetes, música y fiestas. La calavera es el símbolo principal de esta fiesta, que representa a la muerte y tiene raíces precolombinas profundas. Pero las calaveras son de azúcar y las gentes se comen su propia calavera (su propia muerte) y otros dulces en forma de huesos, disfrazándose también de esa manera. La fiesta mexicana tiene pues dos vertientes: la de banquete a los familiares fallecidos y la que se burla de la muerte como exorcización de la angustia existencial. El mexicano convive con la muerte y se familiariza con ella en estos días.


jueves, 11 de octubre de 2012

FRASES QUE ODIO

Desde siempre, han existido en las diferentes lenguas las frases hechas, latiguillos o muletillas que facilitan la expresión. Podían incluirse en esta categoría los refranes, aunque éstos tienen mayor enjundia y se prestan a un uso más restringido. Sin embargo, de los latiguillos y frases hechas se abusa con mucha frecuencia. De los primeros no hablaremos porque generalmente no significan nada concreto; son palabras o frases muy cortas que sirven para rellenar un vacío en el discurso y dar tiempo para pensar la frase siguiente. Los anglosajones a veces emplean incluso simples sonidos entre frase y frase para dar continuidad al discurso, como humm, hee, etc. Respecto a las frases hechas, hay innumerables en nuestra lengua, que siguen vigentes desde antiguo. Pero las que pondremos ahora en la picota son las frases hechas de reciente creación, y cuyo pase al acervo del castellano es muy dudoso. 
 
“De alguna manera”: se usa cuando no se conoce cómo se ha de realizar una cosa o suceder un hecho. “De alguna manera España saldrá de la crisis”. Intenta reforzar una afirmación aludiendo a una posible causa que no se conoce, y que probablemente no es más que un deseo o intuición. No debería emplearse ya que denota ignorancia e intenta aportar confianza gratuitamente. Se abusa tanto de ella que es más bien un latiguillo. Uso frecuente entre los políticos. 

“Poner en valor”: se dice cuando se pretende dar valor a algo que está medio oculto, olvidado, no acabado o deficientemente expuesto. Equivale a exponer adecuadamente y poner de manifiesto su valor. Aunque "poner en" se aplica generalmente a cololocar algo o alguien en un sitio o una situación, podría admitirse la frase por su semejanza estructural con “poner en duda” o “poner en peligro”, pero sería más correcto decir “dar valor”  o "revalorizar". Y que yo recuerde no se aplica a cualidades de los objetos, como su tamaño, estética o valor. La frase me suena rebuscada y poco natural, aunque quizás es la única que podría perdurar. Se emplea mucho en el campo de la arqueología, arquitectura, antigüedades, etc. 

“La verdad es que…”: Se emplea cuando a uno le preguntan su opinión sobre algo. Es una frase idiota, pues no vas a dar una opinión diciendo que es mentira. No llega a querer expresar “sinceramente” y se acerca más a un modesto “creo” que significa “estoy seguro”. Se usa hasta la saciedad en el mundo del deporte.

“Es buena gente”: Se dice de una persona cabal, de una buena persona. Pero emplear el plural gente para referirse a una persona en singular es incorrecto y suena a rayos.


"Es un tío legal": Como sabemos no se refiere al que cumple con la legislación oficial, sino con un código de conducta de barrio o grupo. Habitual en grupos marginales.

“Coger un pedo”: se refiere a emborracharse, o drogarse en general, y es difícil adivinar la relación entre ambos sucesos. Pero lo que es evidente es que la frase “suena” francamente mal. 

“Petar”: se dice actualmente por asombrar, despertar la atención, tener éxito. Sin embargo la palabra es ambigua y viene del catalán, significando peer, tirarse un pedo, aunque familiarmente se usa en esa lengua como agradar, sin que se nos ocurra la relación entre ambos verbos, a no ser esa cierta complacencia en lo escatológico de los catalanes. En Galicia y León se usa como golpear el suelo, llamar a la puerta. Es de reciente y escaso uso, y probablemente se popularizó un poco debido a un programa de la tele copresentado por un catalán.  

“Blanco y en botella”: se usa por “evidente”, “de cajón”, “sin vuelta de hoja”, etc. Me parece forzada y artificiosa, sobre todo existiendo innumerables frases equivalentes en el acervo castellano.

“¡Ya te digo!": equivale a ¡qué te voy a contar!, expresando total conformidad y vivencia en las propias carnes de lo relatado. No me gusta la construcción debido a ese “ya” inapropiado, aunque la frase tiene cierta gracia por lo corta y castiza. 

“Para nada…”: se usa para decir “no” con más énfasis, significando “en ningún caso”. Es propia de gente pija y famosillos. 
 

domingo, 7 de octubre de 2012

EL ECCE HOMO DE BORJA

El pueblo de Borja (Zaragoza) ha saltado a la popularidad debido a la chapuza perpetrada por una anciana octogenaria de la localidad aficionada a la pintura, que intentó restaurar, con la connivencia o indolencia de las instituciones locales, un mural muy digno realizado a principios del siglo XX en el Santuario de la Misericordia. El resultado ha sido tan grotesco que enseguida se ha convertido en motivo de jolgorio y ludibrio para toda esa masa de buscadores ociosos de diversión que habita en las redes sociales. No es de extrañar, pues basta contemplar los millones de visitas a ciertos videos de youtube sobre niños haciendo payasadas o “frikis” que parodian a determinadas cantantes de moda. El Ecce Homo de Borja ha alcanzado incluso dimensión internacional y se han multiplicado por todas partes las réplicas del esperpento representando a diversos “personajes” de actualidad. Hay en todo ello un regodeo en lo contracultural y en lo antirreligioso, muy característico del fenómeno banal y postmoderno que sufrimos en esta época. Y uno sospecha que hasta hay un cierto cachondeo internacional por la incompetencia y atraso de las instituciones locales españolas.
 
Pero lo más curioso es que, debido al suceso, ha aumentado notablemente el turismo en el pueblo, que acude ansioso a contemplar en vivo el desmán. Hasta tal punto, que los vecinos se plantean conservar la chapuza como una saneada fuente de ingresos, y han empezado a cobrar las visitas al Santuario. Y hasta la “autora", que entró inicialmente en depresión debido a la repercusión del escándalo, está cambiando el chip y se propone reclamar derechos de autor por su “obra”.

Uno, ante tal fenómeno, no puede por menos de reflexionar sobre la ética y la estética. La estética significa la armonía de los elementos de una composición que despierta sentimientos excelsos, esos que se exaltan ante la belleza. La ética podría pensarse como la estética interior de la conducta. Ambas están pues íntimamente relacionadas, y el suceso del pueblo de Borja es una prueba fehaciente de ello.

LIBERTAD DE EXPRESIÓN O LIBERTAD DE OFENSA

El asunto de las caricaturas de Mahoma, que tiene ya una larga historia que involucra a Dinamarca, Noruega, Alemania, Francia y recientemente a España, es consecuencia de la orientación mercantil de Occidente, que antepone el negocio, en este caso editorial, a consideraciones morales hacia los demás, y todo ello en nombre de la cacareada libertad de expresión. No debemos extrañarnos, ya que el principal valor de nuestras sociedades occidentales es lo económico, y a él se supeditan todos los demás. En el mundo de comunicación global en que vivimos, cualquier suceso o publicación se trasmite de inmediato a todas partes, por lo que los autores o responsables del mismo no pueden ignorar este hecho y ampararse en la legislación del país emisor. Lo que en un país puede resultar satírico y festivo, en otro resulta ofensivo, sobre todo si se refiere a valores y contenidos religiosos. Y no vale acogerse a la supuesta superioridad cultural del país emisor y la consideración de que la ofensa es ridícula (desde su punto de vista). Con esa regla de tres, podríamos burlarnos de los niños y ancianos por el simple hecho de estar más atrasados culturalmente que nosotros. Y no lo hacemos en consideración a lo que se llama piedad o amor al prójimo. La actitud ética es enseñarles y hacerles evolucionar. Pero es que además no se trata, en el caso de las caricaturas, de simple humor, sino de su utilización como arma ofensiva contra los musulmanes, en el contexto de los problemas de convivencia entre culturas en determinados países. Se trata, en efecto, de una agresión moral indirecta, ya que el sentimiento xenófobo de una población se ve gratificado por las publicaciones en cuestión, que encuentran en él un buen argumento de venta.
 
La libertad de expresión en Occidente está concebida como un medio para la difusión y contraste de las ideas, creándose así un medio democrático y equitativo de información en el que la sociedad pueda formar opinión libremente. Pero la libertad de expresión, como todas las libertades, no es absoluta. Termina donde empiezan los derechos y el respeto a los demás. De no ser así, estaríamos fomentando la ofensa, el odio y la conflictividad social, innecesarias y perjudiciales para todos. Y en el caso de las caricaturas de Mahoma, se está convirtiendo la libertad de expresión en libertad de ofensa. Cierto que en Occidente se puede satirizar impunemente a la religión o al Papa, incluso a Jesucristo, y aunque eso duela profundamente a un sector de la sociedad, la legislación es laxa al respecto, ya que la sátira y la burla humorística tiene una tradición cultural antigua que la hace más tolerable. En otras culturas, esto no es así, y existen leyes estrictas, con penas muy graves para los infractores. El querer ampararse y trasponer nuestro sistema legislativo a esos otros países es injusto, y rompe todas las reglas de la convivencia internacional y el respeto entre naciones. Pero insisto en que el fenómeno se sitúa en un conflicto de convivencia local, que debido a la difusión global de la información en tiempo real, sobrepasa las fronteras y se convierte en conflicto general de culturas; y no sólo intercultural, sino político, ya que nadie se dedica a ridiculizar a los aborígenes del Amazonas por muy atrasados que estén y por muy equivocados que sean sus mitos y tabúes. Aquí se trata de otra cosa, porque los indios del Amazona no emigran a Europa en grandes proporciones y los árabes sí. En los países del norte de Europa la población musulmana está creciendo deprisa, más del doble que la europea. Extrapolando, dentro de algunos decenios constituirán una fuerza social importante con influencia política. Y como culturalmente (y religiosamente sobre todo) no se integran en la sociedad que les acoge, intentarán inclinar hacia su cultura las leyes que les molesten. Lo peor de este asunto de las burlas religiosas, como he dicho, no es que se limite a la población musulmana europea, lo que sería normal y en todo caso sancionable por las leyes europeas, a las que deben someterse los inmigrantes, sino que el conflicto trasciende a todo el mundo musulmán, y es ahí donde se recrudece el asunto y cobra dimensión de “choque de civilizaciones”.
 
Mientras no establezcamos en nuestras leyes un "deber de respeto" adjunto al derecho a la "libertad de expresión", habrá conflictos graves interculturales. La propuesta nunca tomada en serio de una “Alianza de Civilizaciones” debería empezar por esta ley de respeto mutuo entre culturas, y seguir con el desarrollo de una legislación común para la convivencia en un mismo territorio.