lunes, 27 de mayo de 2013

TAMPAX ON THE ROCKS

Es la nueva moda de consumo de alcohol entre adolescentes, importada de América. Consiste en empapar un tampax en licor para ser absorbido a través de la vagina o el recto. Dada la gran vascularización de estas zonas, el alcohol pasa con rapidez a la sangre y lleva a la embriaguez en muy poco tiempo. Esta práctica entre adolescentes tiene la ventaja de ser indetectable por los padres, al contrario que el consumo por la boca, que se detecta en el aliento.

No es nada extraordinario en el fondo, si se considera que la bebida entre los más jóvenes es un fin en sí mismo. No beben, como los adultos, para divertirse mejor, sino que la diversión consiste simplemente en embriagarse. Se buscan los efectos de la droga directamente, y cuanto antes mejor. Pero el alcohol absorbido deprisa apenas permite unos minutos de euforia consciente, conduciendo a un estado de semiestupidez y abotargamiento en el que lo único positivo es su efecto anestesiante. Se bebe para olvidar, siempre se ha dicho, y habría que preguntarse si es que los adolescentes necesitan olvidar algo o buscan la idiocia intencionadamente como un estado deseable. Tampoco sería nada extraño en estos tiempos que corren, tan carentes de valores, tan desilusionantes y  vacíos de metas, en los que la lucidez es más una condena que una virtud.

Pero al margen del lamentable fenómeno, qué pena de licores condenados a un consumo sin paladar. ¿Qué diría un sensible gourmet? ¿Para qué se han elaborado esos whiskies o vodkas finamente destilados y criados durante años, si van a terminar en cavidades tan poco agradecidas? Bastaría utilizar el alcohol de farmacia un poco diluido para conseguir el efecto deseado a un precio mínimo. ¿Que escuece?... Justo castigo a tamaña torpeza.

Curiosa práctica para realizarla en grupo, en discotecas y festivales de música. De popularizarse, pronto presenciaremos los botellones tampax, que amenazan con dejar el campo de batalla sembrado de tampones, además de los tradicionales envases desechables y botellas vacías. Los vecinos que antes se quejaban con frases como “¡qué asco de botellón, que se lo metan por donde les quepa!, van a contemplar horrorizados que ya lo están haciendo.

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