lunes, 6 de octubre de 2014

TARJETAS BLACK

Tarjetas opacas o tarjetas en negro, con un límite de 50.000 euros al año, o sea, más de cuatro mil euros al mes, fueron usadas a placer por 83 de los 86 consejeros de Caja Madrid durante nueve años. No había que justificar los gastos, que podían ser completamente personales. Tampoco tributaban. Sin distinción de partidos, fueron disfrutadas por miembros del PP, PSOE, IU, UGT y CCOO. Un buen complemento de sueldo en negro, un caso más de los escándalos de corrupción a los que vamos estando acostumbrados, que se producen en  todas partes y en todas las formaciones políticas. Y esto último es lo más lamentable, porque pone en evidencia el declive y la corrupción de las ideologías, que parecen ser usadas como arma al servicio de los intereses más bastardos, al servicio de la conquista del poder y el beneficio personal. La gente normal, los miles de afiliados y simpatizantes de los partidos políticos, son los incautos que se engañan con la palabrería de los líderes y sostienen con sus votos a los medradores que hace mucho tiempo abandonaron y traicionaron sus ideas. Llámese desencanto, conciencia de una realidad en la que todo funciona por el interés personal y en la que no adherirse a este principio es ser un ingenuo, tanto como esos militantes de base que siguen creyendo en los partidos. No nos engañemos, el asunto de los sobresueldos es una práctica extendida en el mundo empresarial, bien en dinero negro o prebendas de todos los tipos. Y si estás en la cúpula directiva de una empresa tienes que aceptar las reglas del juego o despertarás desconfianza. Hay toda una serie de prácticas como ésta que pasan por normales, por propias de la “inteligencia” empresarial, como son la evasión de impuestos y la colocación del capital en paraísos fiscales. Tonto el que no lo haga, parece rezar una máxima implícita. Podemos llamar a esto corrupción, aunque en el mundo de la empresa se lo califique de habilidad financiera. La mente del poder no se parece en nada a la mente del trabajador. El éxito para la primera es optimizar sus beneficios manipulando la ley, mientras que para la segunda es seguir manteniéndose a flote cumpliendo con las obligaciones fiscales que una justicia inmisericorde no permite eludir al que no tiene recursos.

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