Antiguamente, las invasiones de un territorio tenían lugar mediante el empleo de los ejércitos. Si un ejército era más numeroso o mejor
armado que el de otro territorio, la invasión tenía lugar y con ella la
apropiación de sus recursos. La cultura del invasor podía ser incluso inferior
a la del invadido, y entonces se producía una asimilación de la de éste por el
conquistador.
Hoy las guerras son más sutiles y los "imperios" actuales no emplean los
ejércitos para adueñarse de un país, sino que usan la economía, la
publicidad y el comercio para conquistar sigilosamente sus recursos e
imponer su cultura superior. Pero las derrotas económicas que experimenta una
gran parte de la población mundial están generando movimientos migratorios importantes, en
principio pacíficos aunque en parte clandestinos, que en algunos casos comienzan a
mostrar su cara violenta. EEUU conoce la presión migratoria de México y Europa
la del África subsahariana. Las puertas de entrada a Europa por Ceuta y Melilla
en España, o Lampedusa en Italia, saben el drama de estas migraciones que
intentan violar sus fronteras. Es la invasión del hambre y la miseria del
tercer mundo que presiona en los muros del mundo desarrollado. Es significativo
el aumento reciente de las conductas violentas que están teniendo lugar en las
puertas hispano-africanas de Ceuta y Melilla. Los africanos se concentran en
campamentos clandestinos cerca de la frontera, donde permanecen durante meses a
la espera, planificando asaltos en masa. Y uno se pregunta si alguna vez,
por medio de una organización mejor y más amplia en los países de origen, se
pudiera movilizar una invasión masiva, una marcha pacífica
pero avasalladora que pusiera ante la misma cara de Europa el
problema de África. Claro que sería muy difícil organizar algo así, pues
habría que atravesar el Sahara e ir haciendo confluir los flujos
migratorios de los diferentes países en una corriente única
que llegara a Marruecos. La travesía del desierto, única posibilidad
migratoria para un gran contingente de personas, precisaría de una
intendencia adecuada, comida, tiendas, servicios sanitarios básicos, etc.
Derribar las vallas fronterizas no sería mucho problema y el ejército español,
lo mismo que el de Marruecos, estaría atado de manos para impedir la invasión
sin un elevado número de víctimas mortales. Claro que antes de llegar a tal
extremo habrían aumentado enormemente los asaltos a la valla y quizás se
habrían tomado algunas medidas a nivel europeo para abordar el problema. Una
marcha verde como la que realizó Marruecos para invadir el Sahara español
quizás no sería posible hoy día. Y además, si llegaran a las provincias
españolas en África algunos cientos de miles de subsaharianos dispuestos a
quedarse en Europa, Ceuta y Melilla acabarían convirtiéndose en campos de
refugiados, ahora no por causa de las guerras sino por causa de la miseria.
Unos 300 millones de subsaharianos sobreviven en sus países con menos de un
dólar al día, y cada año unos 500.000 emigran de sus países hacia diferentes
puntos, dentro o fuera de África. De momento, la lenta invasión de Europa
es a título individual o de pequeños grupos y no existe una organización global
ni un líder carismático que dirija una operación a gran escala, pero al
menos está latiendo esa amenaza hipotética de la invasión africana.
La solución para evitarlo no es la represión ni las siempre
vulnerables fronteras, sino actuar en los países de origen colaborando en su
desarrollo. Estamos inmersos en el fenómeno de la globalización económica, que
realmente es la globalización del campo de acción de los acumuladores de
riqueza, esto es, los poderes económicos que extiendes sus redes por todo el mundo
para incrementar sus beneficios, expoliando a los países subdesarrollados y
sumiéndoles más y más en la corrupción y la miseria. Tendrá que llegar un
momento en que la globalización sea la de la pobreza, es decir, que asumamos la
pobreza del mundo y nos propongamos reducirla y eliminarla.