domingo, 29 de junio de 2014

RAMADÁN

Es el cuarto de los cinco pilares o principios fundamentales de la religión de Mahoma:  profesión de fe, oración, limosna, ayuno y peregrinación a La Meca. A los tres primeros nadie le pondría objeciones, pero el cuarto y quinto son singulares del Islam, aunque en el cristianismo hay un esbozo del cuarto relativo a la abstinencia y el ayuno, que deberá practicarse sobre todo en la Cuaresma y que ha quedado desfasado en su letra, ya que la carne, de la que habría que abstenerse algunos días, no es hoy el manjar más exquisito cuya privación suponga cierta penitencia. Podemos comer mariscos o deliciosos pescados que nada tienen que envidiar en suculencia a la carne, por no hablar del caviar, las angulas y otras delicatessen. Pero todos entendemos que donde se dice carne se quiere decir cualquier manjar selecto. En cuanto al ayuno cristiano, basta con hacer una sola comida al día el miércoles de ceniza y el viernes santo, si bien se puede tomar una ligera colación al desayuno y a la cena. Fácil penitencia, sin duda, casi simbólica. El Ramadán es más duro, pues exige, sin ningún tipo de contemplaciones, el ayuno durante un mes, el de Julio en la práctica, incluyendo hasta el beber agua o tener relaciones sexuales, aunque también tiene su trampa, pues la penitencia  se extiende desde la salida del sol hasta su puesta, pudiendo hartarse el fiel durante la noche de los más exquisitos manjares y placeres. Y de hecho así lo hacen, ya que es un mes de deleites sensuales, semejante a las fiestas navideñas de los cristianos. No es de extrañar pues que el Ramadán se aborde con alegría intensa y no con la humildad que conlleva el sacrificio. En realidad es una mezcla de austeridad y placer, una combinación perfecta para un epicúreo: el placer es mayor después de su carencia. Aunque el musulmán vive ambos aspectos religiosamente, como penitencia y recompensa. Y es que la religión musulmana es sensual, no se puede negar, lo mismo que su paraíso, repleto de bellas huríes y placeres de los sentidos. Tampoco hay que olvidar que el espíritu del ayuno diurno consiste en conseguir  un estado de conciencia desprendida de lo material que ayude al fiel a encontrar la presencia divina, aunque a la puesta del sol la abandone por los placeres materiales.

El Islam es una religión atrapada en la edad media, lo mismo que el cristianismo a pesar de los concilios renovadores, y que prospera, con mucho éxito, en pueblos en ese estado cultural atrasado. Sin embargo, no se diferencia del cristianismo en la fe sino en la práctica y sobre todo en considerar a Jesús como un profeta similar a Mahoma. Es más radical al considerar la unicidad de Dios sin separación en personas divinas ( Ah, el incomprensible misterio de la Trinidad que establece la divinidad de Jesucristo).

En la actualidad hay 2.200 millones de cristianos (entre católicos, protestantes y ortodoxos), 1.600 millones de musulmanes y 1.100 millones de personas sin filiación religiosa, además de otros grupos menores correspondientes a diversa religiones. Sobre una población total que ya supera los 7.000 millones, las personas con alguna filiación religiosa suponen el 84 % de la población mundial, y los creyentes en el Dios de las religiones reveladas o "del libro" (cristianos, musulmanes y judíos), alcanzan el 60 %. Nuestro Dios goza de buena salud todavía, y los musulmanes lo celebran con devoción y entusiasmo en el Ramadán.

lunes, 16 de junio de 2014

PROSTITUCIÓN Y PIB

Nuestro PIB anda necesitando un buen empujón que nos levante la moral económica y también la de nuestros inversores extranjeros, y se va a recurrir a incorporar a él determinadas actividades de la economía sumergida, que no por ilegales son reales y palpables como la vida misma. Entiéndase así el comercio de la prostitución y de las drogas. Y surge, como es evidente, el problema ético que consiste en oficializar para bien una actividad ilegal. Se la persigue por un lado y por otro se la incorpora a nuestra economía como una fuente de bienes que mejoran nuestros balances y nuestra imagen económica en el exterior. Y lo peor es que no es sólo cosa nuestra, sino que corresponde a una directiva europea. Si realmente estas actividades resultan beneficiosas para la economía, no habría que perseguirlas sino incluso legalizarlas y fomentarlas. Claro que esto no haría más que seguir poniendo en evidencia que los valores primordiales de nuestras sociedades no son los éticos sino los económicos. Es el mismo caso que el tabaco, que se anuncia como mortal en las cajetillas pero se sigue vendiendo debido a los impuestos que genera. Perro mundo de las contradicciones.

No va a ser fácil computar  (nunca mejor dicho) los ingresos de la prostitución o de las drogas, que habrá que estimar de manera aproximada, muy aproximada. Y luego alardearán los gobiernos de haber subido el PIB una o dos décimas debido a sus políticas económicas, cuando la manipulación de un índice tan chapucero y con tantas lagunas como el PIB se presta a estas subidas poco ciertas. Ahí está por ejemplo la estimación de la economía “legal” pero sumergida, no declarada ni generadora de impuestos, que por fuerza se hace a ojo y se incluye en el PIB. Y qué decir de los productos y servicios que no se venden y por tanto no se evalúan, como el trabajo doméstico, los servicios que presta el voluntariado, la producción para el consumo propio en el medio rural, etc. ¿Por qué no incorporarlos también de manera estimada al PIB, antes incluso que la prostitución y las drogas?

El PIB, dudoso índice que en adelante podría significar también “Prostitución Ilegal Beneficiosa” y que nos abre las puertas de las agencias de calificación mundiales. Sin un buen PIB no hay nada que hacer hoy en el mundo de la economía, o sea, en el mundo

 

martes, 3 de junio de 2014

EL REY

¿De qué se puede hablar de más actualidad que del Rey? Del viejo y del joven, que en este momento están en trance de transmigración y no sabe uno ya a cual referirse, pues hace meses que están en ello a puerta cerrada. El proceso ha sido estudiado cuidadosamente y a poco que uno analice los indicios de la operación se dará cuenta de que ha sido bien planeada. Un relativamente escueto comunicado de abdicación, como restándole importancia, ha oficializado la cesión de la corona. Podría haber hecho el Rey padre un emotivo análisis de su reinado, señalando los momentos clave, los éxitos conseguidos, los problemas afrontados, etc., pero se ha limitado a comunicar con brevedad su decisión de abdicación. Es una manera adecuada de no levantar demasiado alboroto, tal y como están las cosas, y que la transferencia se haga rápido y “callando, callando”. Y no obstante, ya se han llenado las plazas de algunas ciudades clamando por la República. No se puede ignorar que la reciente monarquía es de herencia franquista, a pesar que Franco era un militar republicano que al final se sublevó. No le debieron quedar ganas al “Caudillo” de promover una tercera República al final de sus días, en lugar de la antigua monarquía borbónica, pues las heridas republicanas de la guerra civil no se habían cerrado todavía. Incluso ahora siguen abiertas en muchos, o mejor, han sido reabiertas por la acción de algunos y la omisión de otros.

El caso es que se avecina una nueva etapa en la que habrá que afrontar el acoso de las tendencias separatistas periféricas, tejer una reforma de la Constitución que impida la disolución del país y hacer frente a la crisis generalizada de las instituciones, motivada por la corrupción, el descrédito de la clase política y su desconexión de los ciudadanos. Ha sido sintomático el éxito logrado en las elecciones europeas por el partido “Podemos”, heredero del movimiento del 15-M, que a pesar de sus propuestas utópicas, ha calado profundamente en una parte sustancial de la población. También ha ayudado, cómo no decirlo, el carisma personal de su dirigente, Pablo Iglesias, que parece ya predestinado por nombre desde la pila bautismal (si hizo uso de ella) para liderar una izquierda capaz de generar ilusión.

El problema es que la tarea a realizar es ya demasiada para el viejo Rey, que probablemente anhela no manchar su reinado con un final desastroso que acabe tumbando definitivamente la monarquía española. Y le ha soltado el marrón a su sucesor, ya entradito en primaveras y que probablemente estará deseando coger las riendas del casi simbólico poder para intentar salvar al país, y a la monarquía, de la amenaza del inmediato futuro. El momento es el oportuno, ya que está cerca la batalla política separatista catalana definitiva y hay que dejar al sucesor en su puesto antes del verano para que vaya trabajando, a la vez que el veterano Rey se va a disfrutar de unas merecidas vacaciones. Hay un paralelismo claro con la renuncia del Papa, abrumado y sin las fuerzas suficientes para luchar contra la corrupción vaticana y los escándalos de la curia. Y eso que el Papa contaba con la ayuda de Dios para resolver sus problemas, así que al Rey, que últimamente está demasiado solo, se le disculpa con mayor motivo. Aunque al final, como a Suarez, se le reconoce el mérito de haber conducido al país a la democracia sin más enfrentamientos civiles.

Váyase pues de vacaciones, Majestad, que en todo caso, como el viejo Papa, seguirá cohabitando con el nuevo Rey y le echará una mano si fuera menester. Y además, ahí está también la nueva Reina, cuyo papel en la sombra está por ver y que, si se le pasa la tontería estética, pudiera dar un buen juego. Será curioso contemplar cómo se van definiendo los perfiles de ambos. Nunca se sabe de antemano cómo evolucionan las personas al cambiar las circunstancias. De momento, el nuevo Rey nos sigue pareciendo el Felipe que hemos conocido desde que era niño, al que le faltaba siempre  medio hervor, aunque ahora use barba entrecana y haya endurecido algo el gesto. Lo que no se le podrá negar es apariencia, lo mismo que a Leticia, y dicen que además buena preparación. Pero le hará falta algo más para lidiar este toro que le ha caído en suerte. Que la tenga buena.