viernes, 26 de febrero de 2016

LA TONTERÍA DEMOCRATICA

El país ha votado mayoritariamente, aunque de manera insuficiente para gobernar, al centro derecha, pero el centro izquierda, que es la segunda fuerza, le ha estigmatizado hasta el punto de no querer ni hablar con él a causa de los casos de corrupción que ostenta, ignorando los suyos propios que no se quedan cortos. La izquierda de verdad, que no oculta su ansiedad camaleónica por el poder, intenta captar al centro izquierda (indefinido entre la izquierda y la derecha, pero negando al poderoso rival del centro derecha que puede arrebatarle el poder). El centro izquierda duda porque hay líneas rojas hacia la izquierda que no deben rebasarse sin quedar en evidencia la traición a las raíces, aunque por el poder estarían quizás dispuestos a redefinirse políticamente.
Todo es un juego de estrategias por el poder, y mientras tanto los ciudadanos contemplan atónitos como los políticos juegan apasionados sus cartas ignorando que los ciudadanos que votaron hacia la derecha quieren derecha y los que votaron hacia la izquierda quieren izquierda, y asisten perplejos a la posibilidad de que cualquier salida indeseada sea posible. El tiempo de los ciudadanos pasó, ahora es el tiempo de los políticos, el tiempo de la conquista del poder a cualquier precio.
Esto es una tontería, un juego a dos niveles en que el nivel político, el superior,  usa a la ciudadanía, el inferior, como un paso previo, como la regla del juego o reparto de cartas que le permitirán hacer sus jugadas por el poder. La clase política, aunque presuma de popular o populista, sigue separada de la clase ciudadana.
Con gran lucidez dijo Jesús el galileo “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”, banalizando la política, sobrepasándola y afirmando la primacía de lo verdadero sobre lo coyuntural humano, sobre el tributo político que hay que pagar por existir en este mundo.
 La democracia es un teatro, una comedia a veces trágica pero inevitable porque la convivencia exige acuerdos, aunque a veces sean inconvenientes. El único consuelo es que no son eternos.


miércoles, 3 de febrero de 2016

LA NUEVA "CASPA" POLÍTICA

No “casta” política, término puesto de moda por un partido de nuevo cuño para referirse a la política tradicional, profesionalizada, sino “caspa” política es lo que estamos contemplando en estos días en que todos los partidos, nuevos y viejos, afilan sus estrategias y tienden cepos para eliminar al adversario. Porque casposo no es sinónimo exclusivamente de anticuado y cutre sino de falta de aseo ético, de colonización de la mente por el hongo del egoísmo. Nuevos y viejos partidos hacen de la política un fin en sí mismo y se olvidan de los ciudadanos, que son relegados a meras fichas o presencias virtuales en el juego del poder. La política es un juego en el que el ciudadano, en cuanto ha otorgado su voto, queda al margen de la acción y se limita a contemplar, muchas veces desesperado, cómo el político juega bazas que no le gustan o que van incluso en contra de sus intereses. ¿Para qué votar a un partido que se pretende ganador si luego acaba gobernando una coalición de perdedores con programas políticos dispares? Las coaliciones y los pactos tendrían que hacerse antes de votar y prohibirse después. Esta democracia no tiene sentido, porque llamándose representativa no representa bien al ciudadano.
El político al uso vive en una burbuja política y contempla al ciudadano a través de su curvada superficie, distorsionado y difuso, viendo en él una baza de juego de su propiedad. El político mira a la política y no al ciudadano en sí mismo. Pasa algo parecido con el médico que ve sólo la enfermedad y no al enfermo. Es el mal de la profesionalización, de las castas, que no son exclusivas, como decimos, de los viejos sino también de todo aquel que llega con ese espíritu de corporación y sabiduría infusa.
Decía León Felipe, refiriéndose a esto, que había que pasar por las cosas ligero, sin quedarse demasiado en ellas, sin que hicieran callo para no perder la sensibilidad: 

Para enterrar a los muertos
como debemos
cualquiera sirve
cualquiera... menos un sepulturero.
Un día todos sabemos
hacer justicia. Tan bien como el rey hebreo
la hizo Sancho el escudero
y el villano Pedro Crespo.

Si la política estuviera sometida a riguroso control económico para evitar corruptelas y privilegios, además de remunerada de manera sobria, se accedería a ella por vocación de servicio a los ciudadanos y no por fines espurios. Y si el poder político estuviese limitado y controlado por la ciudadanía, otro gallo nos cantara. Pero ¿quién le pone por sorpresa el cascabel al gato si el que hace y aprueba la ley es el gremio político?  Demasiado poder, demasiada independencia y falta de control ciudadano habitan confortablemente en la política de nuestros días.