jueves, 31 de agosto de 2017

LA HORMIGA DE LA DAMA DE ELCHE


Quién sabe lo que buscaría la hormiga dentro de la vitrina de la Dama, después de haber violado la seguridad por un imperceptible orificio en la silicona de una junta. Las hormigas no comen piedra ni había dentro nada que pudiera apetecerle salvo pasearse por los recovecos y florituras pétreas de los collares, colgantes y rodetes de la adornada, misteriosa y bellísima mujer íbera. Cierto es que la escultura no corría ningún peligro por el asueto de la hormiga, que quizás no encontraba de nuevo el orifico por donde entró y hubiera acabado muriendo allí, en funerario homenaje a la misteriosa Dama, fallecida hace veintiséis siglos y enterrado su busto para salvarlo de la destrucción iconoclasta de la época. De hecho, la hormiga difunta hubiera concordado con el aspecto cadavérico de su rostro sin color y cuencas vacías, al haber perdido la policromía y la pasta vítrea de los ojos que le dieron vida en su momento. Incluso así, su belleza se mantiene, como si representara ese breve momento de tránsito entre la vida y la muerte en el que el alma todavía reside en el cuerpo inerte pero no puede ya manifestarse. Un cadáver hermoso parece, aunque sea por accidente. Quién sabe dónde estarán sus ojos ni qué aspecto tendría con esas ventanas del alma, aunque por el dibujo de su boca se adivina una impasibilidad tranquila y la nobleza de su carácter. 
Pero volviendo a la hormiga viva, tuvo que ser escalofriante para el turista que la descubrió el verla aparecer allí mientras estaba sumido en las anteriores reflexiones sobre el rostro de la Dama, como si un diminuto emisario negro de la muerte llegara para aclarar y enriquecer sus divagaciones. Menos mal que la hormiga estaba sola y no se había instalado allí el hormiguero entero, que en algún lado del Museo debe estar porque una hormiga solitaria no tiene futuro, salvo que esté muerta y sea excepcional, como la Dama.
Y ese es precisamente el problema que se ha vuelto a plantear, el futuro de la Dama. Se reclama desde Elche devolverla a su lugar de origen, que no se consuela de su ausencia con las breves estancias que se permiten de lustro en lustro. El Museo Arqueológico Nacional mantiene su criterio de que la prima dona de la escultura íbera, joya de nuestra arqueología, es un bien único que debe poder ser disfrutado por el mayor número de personas, y por tanto su lugar de exposición debe seguir allí, donde además se garantiza su seguridad y perfecta conservación. Aunque después del suceso de la hormiga este argumento se ha convertido en un arma arrojadiza de los ilicitanos. 
Y de nuevo la hormiga exploradora vuelve a nuestra conciencia y nos preguntamos qué habrán hecho con ella, dónde la habrán llevado, si la habrán dejado en libertad para que vuelva con sus congéneres o la habrán metido en un frasquito para conservarla en el M.A.N. como una anécdota curiosa.  


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